
A día 13 de abril, con MÁS 16.972 muertos y MÁS de 166.019 infectados confirmados a lo que se debería dedicar un Gobierno a la altura de las circunstancias es a volcarse de lleno en arreglar la situación.
Concretamente el ministro de Consumo, Alberto Garzón, tiene la obligación de velar por la protección y defensa de los derechos de los consumidores, sector muy afectado por el confinamiento.
Sin embargo, el modelo ideal de nuestro ministro es la Cuba comunista donde los derechos y libertades de los ciudadanos brillan por su ausencia.
El Señor Garzón nos explicó la semana pasada que las apuestas deportivas habían disminuido considerablemente debido a la cancelación de las competiciones. No contento con eso, en Viernes Santo se le ocurre la brillante idea de colgar el siguiente tweet.
Es una vergüenza y una falta de responsabilidad este comentario. No solo porque haga burla de los católicos en la celebración de su fiesta más importante mientras felicite a los musulmanes el Ramadán. Ya sabemos que la Iglesia no merece ningún respeto para la izquierda radical.
Tampoco el hecho de que intente hacer un humor simple y malo. No me quiero poner alarmista ni que piensen que debemos estar constantemente de luto. Soy el primero que para evadirme de la situación busco la carcajada de mi familia o salgo al balcón a las 8 para aplaudir a quienes de verdad luchan por ganar al virus al ritmo de “Resistiré” o “Paquito El Chocolatero”.
Pero quien debe dedicarse al humor son los artistas, cómicos, actores o los propios ciudadanos de nuestro país, no el ministro de Consumo que debe trabajar sin descanso. Y si no es así, que por lo menos disimule por respeto a las víctimas de la pandemia y ceda la cartera a alguien competente.
En medio del colapso los políticos deberían dar ejemplo y demostrar compromiso con la sociedad. Pero eso no va con el Gobierno. España merece ser dirigida por personas preparadas y que trabajen por el bien común, no por una panda de adolescentes que no saben comportarse en el peor de los escenarios. Basta ya de chistes. ¡Basta ya, Señor Garzón!